jueves, 16 de agosto de 2012

Venezuela 1


Aeropuerto de Caracas - vuelos internos

Tantas horas de espera, y pronto nos llegó el almuerzo. Para nuestra suerte (la de Krystal, Keila, el Profe y la mía), el segundo almuerzo. Más cena que almuerzo. Sobró guarnición. En medio de la fogata invisible (ocupamos una parcela privilegiada en el suelo del Aeropuerto de Caracas), echados en un círculo, los platos sucios a nuestro alrededor, en la calidez del aroma a kétchup recién untado, surgió mágicamente lo que desde hace rato quería escuchar. Chávez. Los códigos. Las leyendas. Llevaba tiempo esperando el avión, pero más aún las palabras.

En medio de una campaña política, de la lucha contra el cáncer, hay gente que susurra con cautela el nombre del presidente venezolano, casi entre dientes. Hay quienes voltearon al escuchar la palabra camarada, “porque así les dicen a los chavistas”, me explicó el Profe (típico venezolano agraciado). Mucha gente se refiere a sus amigos de esa manera. Supongo que es un chiste aceptado, o una realidad cruel e irónica. Conviasa –la línea aérea- no anunciaba mi vuelo aún, tenía tiempo para digerir lo que seguía:

“Tengo un conocido, más bien, sé quién es… un brujo, muy famoso en Venezuela. Chávez fue a consultarle no hace mucho tiempo. Mandó a realizar una ceremonia. Pagó dos millones de dólares por matar dos tigres blancos –seres nativos, en extinción, por cierto-. Se bañó en su sangre. Porque de esa manera, se supone que no morirá”.

Es la magia de sentarse en círculo. La confianza crece y salen a relucir los mitos. El mito popular. No sé por qué, pero me lo creo. Todo, hasta la parte de “no morirá”. En cierto sentido, ese señor no piensa morir, es como Fidel. O como el perro de Piria*, que decía no iba a morir sin que su dueño lo anunciase. También él creía en la magia, especialmente en la alquimia. Ahora no recuerdo si fue el Profe o el tío de Daniela quien me contó primero esta historia, pero me quedó en la cabeza por mucho tiempo. Todo cuanto viene de una cultura diferente me abre mundos paralelos. Me abre el apetito.

Ahora sigo esperando el avión de regreso a Caracas.