jueves, 28 de abril de 2011

En México

-28 de diciembre de 2011-

Llegué a México DF, a unas horas del gran reencuentro. Poza Rica estaba a cuatro horas en bus. Se me hizo breve. Dormí todo el viaje, aún con el aroma a tabaco que se me impregnó en el bar del aeropuerto de Lima que, de a ratos, me asqueaba.

Sentí el aroma a ciudad abierta. Qué bueno haberte encontrado, Poza Rica. Ahí estaba la familia de Dani. Ahí estaba Keiko para recibirme. El lugar se parecía a mi casa, incluso tenía una mascota que yo siempre quise tener. Keiko y yo nos conocimos por Skype, aunque claro, él no lo sabía porque eso de ser perro y que no puede oler gente a través de una notebok. Keiko era más grande que Dani, incluso más grande que James. Miré dos veces en dirección a ellos. Por poco creí ver a Jack-Jack también, pero no había lugar para dos mascotas tan sorprendentes. No en el mismo lugar.

Don Jorge -el padre de Dani- me dio un abrazo de viejoconocido, aunque fue la primera vez que le ví personalmente. Era una sensación tan extraña y linda. Parecía que le conocía de toda la vida. Hasta hizo eso de los golpecitos en la espalda, como mi padre. Don Jorge me ayudó con la maleta. Éramos muchos en la sala, abrazándonos, contemplando los rostros levemente marcados por nuevas descepciones y logros. Íbamos husmeando en la vida retratada de los Bolaños-Quevedo, como si fuera nuestra casa. Habían fotos muy bonitas. La de la infancia de Dani y su hermanito era, sin dudas, la mejor de todas. Esas muecas cómicas, los ojos tiernos, y el descolorido... todo el romance. Y había fotos de aquel año increíble. De pronto sentí un flash detrás, y otro, y otro. Era como una especie de retrato de un retrato, de un recuerdo que volveríamos a ver pronto.

Miré sobre el hombro de doña Yuraima, tan genial para la cocina. Olía bien rico. Me sorprendió la destreza de sus manos con el cuchillo. Nos prometió hallacas para Año Nuevo, y se sonrió. Yo ya conocía a doña Yuraima. Tuve la osadía de pronunciar su nombre en dialecto uruguayo cuando nos visitó en USA: "Gracias, doña SHURAIMA", le dije. Le repetí que Dani era una réplica de su merced, y que siempre agradecía por aquella conversación en Navidad del 2009. Esa mujer, esa familia era un encanto, pensé. Y Keiko... otro más. Dani no deja de conversarle y él de perseguirla. Adorable. James era el hombre más feliz del mundo viéndola sonreír, además de Don Jorge, claro.

Comenzó la ronda de comentarios, de recuerdos de aquel año inolvidable, de los amores presentes y pasados. Hubo lágrimas retenidas en el filo de mis pestañas. Quisieron quedarse ahí para siempre, pero desbordaron. Ese temblequeo involuntario del reencuentro es tan dulce como imparable. Y una especie de corriente eléctrica nos tocaba uno a uno: Karla, Vane, Joha, Cosi, Dani, Nate, James, Abdesmito, Tony, Sarah, Tulia, Pepe, Paco, Claude, Tsuyoshi, Luli, Jeff, Cait, Brenda, Sophie, Razma, María, Elena, Laura, y de pronto, todo Juniata estaba ahí, a pesar de la ausencia de muchos. Pero era como si todos estuviesen presentes en un juego de mafia de viernes por la noche. Hasta había aroma a pancakes recién hechos, y té verde, cortesía de la casa.

Mi cabeza vuela un poco más.

Voy a recibir Año Nuevo tres horas después que en Uruguay. Más tiempo para celebrar, pensé.En la mesa conversamos sobre nuestros planes: Guanajuato, Puebla, algo más de Veracruz, el pueblo de Pepe y, por qué no, a ride to Cancún. Veremos qué nos depara la vorágine. Somos muchos y hay mucho por hacer, pero lo más importante es que estamos todos. Ya quiero empezar este viaje, pienso. Aunque no haya pisado siquiera el aeropuerto de Montevideo. Aunque sea abril, ya siento el calor de diciembre. Qué bueno es estar en México. Qué bueno es estar con todos.

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